La dignidad de las víctimas y el eterno juego de los de arriba

 

  El décimo aniversario de los atentados del 11 de marzo reunió por primera vez desde 2007 a todas las asociaciones de víctimas del terrorismo. Resultó reconfortante contemplar cómo Pilar Manjón y Ángeles Pedraza coincidían en su mensaje unitario y huían en todo momento de cualquier palabra que pudiese llevar a la polémica.
  Mientras tanto, el cardenal Rouco Varela pronunciaba unas palabras que conectaban de forma casi explícita con las teorías esquizofrénicas promovidas en su día por el señor Pedro J. Con la alusión a esos "oscuros objetivos de poder" pretendía resucitar unos fantasmas que otros parecían ya con ganas de enterrar.
  Pedro J. Ramírez parecía recular hace tan solo unos días de la patraña que tantos titulares propició a su periódico durante años. El ex director de "El Mundo" ahora asume que su diario cometió errores. Sin embargo, no deja de ser curioso que en ningún momento cite cuáles han sido esos errores. Y, lo que es más grave, inmediatamente vuelve a la carga añadiendo interrogantes al problema. "Aún no sabemos toda la verdad", insiste. ¿Está el señor Pedro J pidiendo perdón implícitamente? ¿O prepara el camino para una nueva era de confusión que legitime las dudas no fundadas planteadas por su periódico?
  El gobierno de Mariano Rajoy, por su parte, ve con buenos ojos alinearse con la senda de la rectificación. Jorge Fernández Díaz parece ahora dispuesto a desvincular a ETA de la masacre. El problema reside en que todas sus declaraciones contienen una coletilla que insta a las autoridades a seguir investigando. Porque no sabemos toda la verdad. Porque los tribunales no han hecho un trabajo redondo.
  El ciudadano español, en cualquier caso, no puede ni debe perder la perspectiva. Esos que hoy defienden mirar al pasado en aras de esclarecer los hechos son los mismos que ayer aconsejaban olvidar los crímenes del franquismo. Esos que hablan con tanta seguridad y encuentran verdades en cada esquina son los mismos que pasado mañana te imponen decretos.
  Es el ejemplo de Manjón y Pedraza el que debe prevalecer. Siempre fue el pueblo español proclive a la división. Pero no debería ser tan tonto como para caer en un juego que desde su origen respondió a intereses políticos. Eso lo saben muy bien las víctimas y precisamente por eso llaman a la unión y se desmarcan rápidamente de las connotaciones políticas. Porque quizá existan dos Españas. Pero ninguna de ellas debería permitir que las insulten.
   

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