La represión de la palabra

                   


 María, concursante de Operación Triunfo, no se siente cómoda con una letra de Mecano. "Mariconez" es el anatema. A mí, el término, tampoco me gusta. Ni siquiera existe. Lo introduce José María Cano en una canción en los años 80, pero uno ya no sabe si es cosecha propia o fruto del habla coloquial de la época. Supongo que lo segundo, pero eso importa poco. El debate está en otro sitio.
  
  Dice María que la palabra le parece homófoba. Y lo es, claro, porque el concepto remite a un colectivo y reduce la expresión a una connotación peyorativa asociada a ese grupo. La batalla, en cualquier caso, tampoco está ahí. Está en el contexto, y nos debemos preguntar si estamos por la labor de limitar las obras artísticas incluso cuando el autor no hace uso del lenguaje para legitimar significados que nos chirrían. Ahora Mecano, Ana Torroja y José María Cano son homófobos. Mecano. Torroja. Cano. Homófobos. Menuda sandez. Qué mariconez, oiga.

  Que nos cuidemos de usar ciertos términos en nuestra vida cotidiana, por considerarlos ofensivos, no implica que tengamos que estigmatizar por sistema la práctica de ese lenguaje en la música, la literatura o el cine. La ficción es eso, ficción, y sólo los necios, los demagogos o los poco dotados para interpretar la metáfora recurren a las etiquetas para tergiversar lo que cuentan determinadas creaciones artísticas. En el cine de Spike Lee, por poner un ejemplo, podemos ver repetida hasta el aburrimiento la palabra 'nigger'. Si María, concursante de OT, pobre, viese hoy cualquier película de Lee igual le daba por pensar que el director de 'Malcolm X' es una persona racista. Imaginad a Denzel Washington diciéndole a Spike que pasa de protagonizar su película porque se niega a pronunciar el término 'negrata'. Pues eso.

  En un monólogo de 'Lenny', biopic sobre el polémico comediante de los años 60, Dustin Hoffman utiliza esa palabra y otras igual de ofensivas para demostrar a su audiencia, repleta de minorías y colectivos históricamente marginados por el lenguaje, que la transgresión consiste precisamente en eso: en hacer visible la perversión del discurso para denunciar la realidad. "Es la represión de la palabra lo que le da poder, violencia, brutalidad", dice Hoffman en aquella mítica escena. Demoledor.

  Hoy leo en prensa que Espejos Literarios, una traductora literaria, ha decidido reescribir 'La casa de Bernarda Alba' y 'El Principito' para introducir en esas obras un lenguaje inclusivo. En el drama de Lorca el personaje central no es otra cosa que un símbolo de la represión femenina de  la época y la pieza teatral se estudia como retrato de una tradición que el propio autor dibuja con escasa benevolencia. No importa: seguimos empeñados en obviar el contexto modificando los clásicos, sin reparar si en el camino nos hemos cargado la radiografía y el análisis histórico.

  Puestos a corregir a Lorca, podríamos liarnos la manta a la cabeza y continuar con otros autores. Modifiquemos el cine de John Ford y eliminemos de la pantalla a sus protagonistas rudos y cargados de testosterona. Censuremos a Rubens y su gusto por pintar mujeres raptadas. Revisemos las letras de Elvis, de Sinatra, de Julio Iglesias. Dejemos también de comprar discos de Extremoduro, que la palabra "puta" no se escuche en tu reproductor. Las historias de Bukowski y Palahniuk ni tocarlas, a la hoguera con ellas. Olvidemos a Houellebecq, a Marías, a Evelyn Waugh. No acudamos tampoco a las salas para ver lo próximo de Tarantino, ni de Polanski. Asegurémonos de que Woody Allen no vuelva a rodar nada más en su vida...

  "En uno de mis discos hay un aviso para los niños, que no se fíen de la gente que nunca dice tacos". La frase es de Robe Iniesta, líder de Extremoduro, en una entrevista para El Mundo publicada ayer. Eliminar los significados no deseados de la palabra no funciona como salvoconducto para acabar con el pensamiento perverso. Las ideas, ya sean virtuosas o inmorales, permanecen ahí. De eso hablaba Orwell en '1984'. Conviene releerlo cuanto antes, no vaya a ser que de aquí a nada lo prohíban.

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