Nowhere boy, primer largometraje de la directora británica Sam Taylor-Wood, aborda la infancia de John Lennon desde una perspectiva muy particular. Quien espere ver en la película el proceso de creación de The Beatles se llevará una soberana decepción. La historia, que se presenta con un tono ligero y desenfadado, se centra en un Lennon adolescente y su vida familiar. Una vida familiar bastante peculiar, marcada por los enfrentamientos entre el estricto carácter de su tía Mimi y la vital personalidad de su madre Julia. El guión de Matt Greenhalgh, que en la segunda parte del metraje se torna más dramático, propone la introducción de Lennon en el mundo de la música como una vía de escape a esa infancia tortuosa. El problema está en que, aunque se sigue con cierto interés, el relato adolece de un formato que hemos visto ya varias veces en el cine. Todo suena a típica historia de iniciación.
Las virtudes de Nowhere boy se encuentran en la perfecta ambientación del Liverpool de los años 50 y en el trabajo de sus dos actrices principales: Kristin Scott Thomas, siempre convincente, y Anne-Marie Duff, solvente en un difícil y ciclotímico papel.
Aaron Johnson, dando vida a John Lennon, resuelve su trabajo con corrección. Sin embargo, no parece apropiada la imagen que la película pretende ofrecer del joven Lennon. El líder de The Beatles aparece aquí como el tío más popular del instituto: díscolo, gamberro y con gran éxito entre las chicas. Una idea bastante alejada de la profundidad y misticismo que caracterizaron al Lennon adulto.
Nowhere boy, en definitiva, no ofrece nada nuevo. Seguiremos a la espera de que aparezca una gran película sobre The Beatles.
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