(Artículo presentado en el curso "Análisis de la
desigualdad global y en América Latina" en 2011)
"La crisis es un sueño para aquellos que quieren ganar dinero. No nos importa arreglar la economía porque nuestro trabajo es hacer dinero con esta situación". Esta afirmación, extraída de una declaración de un agente de bolsa para la BBC este mismo lunes (26 de septiembre de 2011), constituye toda una declaración de principios. "Cuando el mercado falla", proseguía Alessio Rastani, el citado bróker, "si usted sabe qué hacer, si adopta el plan correcto, puede hacer mucho dinero con ello".
Uno lo escucha y le cuesta creerlo. Conocemos la realidad pero no estamos acostumbrados a tales ejercicios de sinceridad. Uno sabe que el neoliberalismo no repara en cavilaciones morales, que no defiende ideas sino intereses, que se fundamenta en la máxima de que lo existente es el orden natural de las cosas, y aún así no puede dejar de sorprenderse cuando escucha esas intenciones con tanto descaro. "Al menos es honesto y no se anda con rodeos", fue mi primer pensamiento tras escuchar la entrevista.
Y es que resulta inusual que los liberales, los especuladores, se muestren tan transparentes. Las políticas de derechas saben y suelen disfrazar con increíble maestría sus más oscuros objetivos. Apelan con frecuencia al miedo para hacer valer sus argumentos y elaboran siempre su discurso ensalzando las virtudes y ventajas de conceptos como apertura, libertad, independencia, privatización e inversión extranjera frente a la perversión que suponen la nacionalización de los recursos, el proteccionismo y las políticas de fomento del sector público. Se refugian en la defensa de los derechos y las libertades del individuo para, por ejemplo, reivindicar constantemente una disminución en la presión fiscal. No es, sin embargo, una sociedad más justa e igualitaria lo que persiguen. ¿A caso no resultaría más equilibrado un sistema en el que las rentas más elevadas colaborasen con un mayor esfuerzo impositivo? ¿Realmente alguien lo pone en duda? Existe un amplio margen para implementar subidas en impuestos especiales y es de sentido común intentar que sean las mayores fortunas las que tiren del carro a la hora de sanear las finanzas públicas, pero las élites económicas, haciendo gala de un cinismo recalcitrante, encuentran continuamente todo tipo de atajos para oponerse a la medida.
En cualquier caso, algunas de las principales potencias económicas están poniendo en marcha políticas que avanzan en esa dirección. Recientemente, Barack Obama anunció su intención de eliminar las exenciones fiscales de las que gozan los ciudadanos que ingresan más de 250.000 dólares anuales en EE.UU. "A los republicanos", recalcó el presidente norteamericano, "les va a resultar difícil justificar que los recortes de impuestos a los ejecutivos que viajan en aviones privados son más importantes que mantener las becas que damos a los estudiantes, las ayudas a la investigación o la protección sanitaria a los mayores". Más ejemplos: Francia ha aprobado un impuesto especial que grava las rentas que superen los 500.000 euros anuales, Italia fijará un aumento del 3% en la tributación a los contribuyentes con ingresos que excedan de los 300.000 euros e Inglaterra ha firmado un tratado con Suiza para que los británicos con cuentas en ese paraíso fiscal paguen impuestos a partir de 2013.
Todas las medidas anteriores provienen de gobiernos marcadamente conservadores, a excepción del ejecutivo estadounidense. Incluso Warren Buffet, multimillonario asiduo en las primeras posiciones del listado que anualmente elabora la revista Forbes con las mayores fortunas mundiales, instó el pasado agosto al Congreso estadounidense a que subiese los impuestos a los más ricos con objeto de recortar el excesivo déficit presupuestario de EE.UU. , ya que en su opinión, esta medida no limitaría la inversión ni afectaría negativamente al empleo. Buffet aseguró haber pagado el ejercicio pasado 6.9 millones de dólares en impuestos. "Esto parece mucho dinero pero lo que pagué sólo fue el 17.4% de mis ingresos gravables, y ese es un porcentaje más bajo que lo pagado por cualquiera de las otras veinte personas que trabajan en mi despacho", afirmó el magnate.
Otros multimillonarios se sumaron después a la petición de Buffet, poniendo así de manifiesto la lógica de tal reivindicación. Desgraciadamente, no ha sido el caso de los multimillonarios españoles. La revista Forbes, en su última lista de 1.210 multimillonarios correspondiente a 2010, incluye 15 fortunas españolas y ninguno de ellos ha secundado la propuesta de Buffet. Además, el problema en España reside en la desigual distribución de la carga tributaria, que recae fundamentalmente sobre la clase media debido a los elevadísimos índices de fraude y a una presión fiscal baja que permite a las grandes fortunas gestionar su patrimonio refugiándose en las Sicav (sociedades compuestas por cien o más miembros que tributan a un 1% por el Impuesto de Sociedades, una miseria si se compara con lo que puede llegar a pagar un particular vía IRPF).
El panorama español no es nada halagüeño. El pasado 15 de septiembre la vicepresidenta económica, Elena Salgado, rescató la figura tributaria del impuesto sobre el patrimonio para grandes fortunas y estableció el mínimo exento en 700.000 euros por contribuyente, multiplicando casi por siete el límite anterior y afectando así a 160.000 contribuyentes, que abonarán a las arcas públicas un total de 1.080 millones de euros. Noticia alentadora, en la medida que el impuesto afecta exclusivamente a las grandes fortunas y esquiva a las clases medias.
El problema surge cuando Mariano Rajoy, líder de la oposición y más que probable futuro presidente de la nación, aparece en los medios y se muestra reacio a mantener el impuesto en caso de resultar elegido. "Todo el mundo debe contribuir", formuló el presidente del Partido Popular, "pero este impuesto no tiene ningún sentido. Esos 700.000 ... Yo conozco a personas mayores que han heredado una casa y que viven a lo mejor de las rentas de esa casa. Con solo pagar patrimonio, se quedan sin ingresos. Dudo de la justicia social de esta decisión".
El señor Rajoy duda de la justicia social de esa decisión. En su opinión, 700.000 euros constituyen un patrimonio propio de la clase media. Un ejemplo perfecto del discurso demagogo que esgrimen los sectores privilegiados.
Mientras tanto, más de 3.000 millones de seres humanos viven en la pobreza. Casi la mitad de la población mundial. La brecha entre ricos y pobres se ha multiplicado en los últimos treinta años. La lectura resulta obvia: el sistema no funciona. La riqueza se concentra en manos de unos pocos y la experiencia nos ha demostrado que la baja presión impositiva impide la consolidación de sociedades más igualitarias. Aún así, muchos todavía pretenden continuar vendiendo mentiras. Otros, en cambio, se atreven con la verdad: "La crisis es un sueño para aquellos que quieren hacer dinero".
Comentarios
Publicar un comentario