Cuando en 2011 acudí al cine para ver "Shame", un relato sobre la adicción al sexo dirigido por un británico del que nunca había oído hablar (Steve McQueen, no confundir con el legendario actor norteamericano), me encontré con una película monumental: un recorrido por los rincones más turbios del ser humano, que abordaba además con una valentía encomiable un tema de difícil planteamiento. Descubrí también el talento de Michael Fassbender, a quien había visto anteriormente en pequeños papeles pero nunca como protagonista. Ni la película ni Fassbender fueron reconocidos con grandes galardones pero yo salí del cine con el convencimiento de haber visto la película más arriesgada e impactante de la temporada.
Ahora McQueen estrena "12 años de esclavitud", la historia real de Solomon Northup, un músico afroamericano secuestrado y vendido como esclavo a mediados del siglo XIX. La película no cuenta nada nuevo y el modelo narrativo no se aleja demasiado del de los grandes clásicos, pero aún así McQueen encuentra resquicios para dotar a su obra de un plus de profundidad. La puesta en escena, el diseño de producción y la ambientación de época están a la altura de las grandes producciones de Hollywood, algo que gusta mucho a la Academia y que ya está posicionando a la película entre las grandes favoritas para los Oscar, pero no es eso lo que hace de "12 años de esclavitud" una obra mayor. La clave está en la realización. La cámara, sobria, y la fotografía, muy cuidada y grandilocuente, se mueven desde una perspectiva clásica. Lo que hace McQueen es introducir una serie de planos fijos que, acompañados de unos silencios eternos que acaban por desestabilizar la conciencia del espectador, dotan a la película de un carácter formal que trasciende la superficialidad. Y es que el compromiso con la verosimilitud es la principal virtud de la película: aquí no veremos negros justicieros pasando por encima de sus abyectos amos. Se respeta la historia y la certeza de que los esclavos no tuvieron ninguna oportunidad hasta que Abraham Lincoln promulgó la abolición.
En cuanto al reparto, la elección de un actor no conocido se revela acertada y Chiwetel Ejiofor cumple con creces. Michael Fassbender da una vuelta de tuerca a lo que venía haciendo hasta la fecha y ofrece un recital como terrateniente sin escrúpulos. Cada vez me gusta más este tío. Del resto ni siquiera hace falta decir nada: Paul Dano, Brad Pitt y Paul Giamatti, éste último en una muy breve aparición, aportan lo que sus nombres prometen.
Una obra madura, en definitiva. Apuntemos un nombre: Steve McQueen. Este señor tiene buena pinta.
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