Aguirre y sus cosas



 "Los antitaurinos son esencialmente antiespañoles porque saben muy bien que los Toros simbolizan mejor que nada la esencia misma de nuestro ser español". Es la última salida de tono de Esperanza Aguirre.
  Parece como si Aguirre pretendiese superarse cada semana con el objetivo de formar una densa cortina de humo que eclipse las reacciones de rechazo que sus actos y declaraciones van dejando por el camino.
  La enfant terrible del Partido Popular se parece cada día más a una parodia de sí misma y hace tiempo que superó la abyección de su propio guiñol. No ha transcurrido ni un mes desde que jugase al gato y el ratón con dos agentes de movilidad y de nuevo la encontramos en primera línea del fango mediático, hábitat donde parece desenvolverse con comodidad. "Los españoles que quieren dejar de serlo luchan contra la fiesta del toreo", dice. Olvida, sin embargo, que muchos de esos "españoles que quieren dejar de serlo" probablemente sí demuestren afición por el toreo. De la misma manera que no todos los antitaurinos (casi seguro la mayoría) se definirían a sí mismos como "antiespañoles". Aguirre confunde, o pretende confundir, la parte con el todo. Se trata de un ejercicio de demagogia cuya única intención es echar más leña al fuego en un país eternamente dividido.
  Más allá del afán de protagonismo que esta señora siempre parece buscar, estas declaraciones no deberían causar mayor revuelo. El problema reside en que esas palabras suponen una ofensa hacia todos aquellos españoles que están en su derecho de oponerse a una tradición que consideran salvaje y aberrante.
  El partido político al que pertence Esperanza Aguirre representa a todos los ciudadanos, independientemente de las creencias y aficiones que profese cada uno de ellos, y esas declaraciones ponen de manifiesto un profundo desprecio por el estado democrático. La ciudadanía debería replantearse seriamente la valía y calidad humana de una señora que, por otra parte, suena en muchas quinielas como futura candidata a presidir el país. Muchos, sin embargo, seguirán apoyando su comportamiento. Viva España. Y olé.


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