Sobre los Oscar, 'Spotlight' y los habituales desprecios de Hollywood



  El Oscar a Spotlight me ha reconciliado (sólo de forma temporal, claro, porque pasado mañana vuelvo a cargar de forma inmisericorde contra Hollywood) con una Academia cada vez más predecible y cada año que pasa más proclive a condecorar el cine de formulismos ideado para engullidores de palomitas. Lo de premiar a Birdman el año pasado, una exquisita extravagancia difícilmente digerible para el público de masas, supuso todo un alarde de valentía por parte de unos académicos que casi siempre optan por alinearse con ese cine tan encorsetado que tanto gusta a aquellos que no buscan riesgo alguno cuando se parapetan en una butaca. El caso es que el prodigio técnico de Birdman se encuentra también en El renacido y parecía que Hollywood acabaría rindiéndose por segundo año consecutivo a la pericia de un Iñárritu que, en cualquier caso, ha demostrado ya con creces que se encuentra en el olimpo de los tres o cuatro mejores directores de los últimos quince años. Al final el mexicano se llevó, merecidamente, su segunda estatuilla como realizador, gracias a una película rodada en orden cronológico, con una monumental fotografía de Emmnuel Lubezki (un trabajo realizado íntegramente con luz natural) y un dominio del plano secuencia con el que sólo maestros como Scorsese o Paul Thomas Anderson parecen poder competir actualmente. El problema reside en que la trama de El renacido es aburrida y convencional hasta el último minuto, por mucho que la promoción de la película se haya esforzado en plantear el asunto como "la lucha del hombre frente a la adversidad", y por eso debemos aplaudir la preferencia de los académicos por Spotlight, una excelente película sobre periodismo, sin aspavientos en la realización y con factura made in Hollywood que, sin embargo, se aleja de los convencionalismos propios de la industria y ofrece una lección magistral sobre narración audiovisual. Spotlight cuida y mantiene el tempo durante todo el metraje, pero quizás sea en el rigor donde encuentre el mejor argumento para justificar el premio gordo que se llevó el pasado domingo. La trama sobre los casos de pederastia cometidos durante décadas por curas de Massachussets acaba por trascender el propio escándalo que se investiga y se convierte en un homenaje a una profesión que en pleno siglo XXI es ya casi una sombra de lo que fue. Spotlight rinde tributo a un concepto, el de investigación, que a día de hoy ya no cotiza como antes y dibuja un perfil de periodista que, aunque en estos tiempos escasea, se acerca mucho más a la esencia de una profesión que la mayoría de las producciones abordan con exceso de glamour. Creo que no exagero si digo que es la cinta más redonda sobre periodismo que se ha rodado desde El dilema, aquella película monumental de 1999, dirigida por Michael Mann, que divulgaba las miserias de las industrias tabacaleras.
   Hollywood, de todos modos, debería hacérselo mirar. Que una película como Mad Max: Fury Road acapare nominaciones, incluida la de Mejor Película, mientras que obras mayores como El hijo de Saúl o Carol quedan relegadas a competir por premios menores (por no hablar de aquellas joyas no estadounidenses que ni siquiera tienen hueco en la gala, precisamente por eso, por no ser norteamericanas: Paulina o El club, por ejemplo) deja en evidencia, una vez más, la voluntad por parte de la Academia de complacer a una audiencia que ve en el cine una plataforma para el entretenimiento de consumo fácil y no un espacio para la reflexión o la excelencia artística. No, no es que Hollywood no sepa apreciar la calidad en el cine: simplemente se trata de cumplir con las preferencias pueriles de un público poco crítico y de perpetuar así un sistema que genera cantidades ingentes de dinero para unos pocos. La cantinela de toda la vida, con los mismos culpables y los mismos cómplices de siempre. Sólo en un mundo homogeneizado y vacío como el nuestro, en el que ya no se leen libros y donde sólo unos pocos continúan persiguiendo sus sueños, puede entenderse que una película como Carol pase desapercibida para la mayoría de la población, precisamente con un relato que encuentra en la diferencia, las inquietudes y la rebelión contra lo establecido las alternativas para luchar contra la banalidad.

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